Como sociedad, tenemos una revolución pendiente. Necesitamos reflexionar seriamente sobre cómo juzgamos los cuerpos y, en especial, los cuerpos de las personas con identidades trans*.
En un mundo ideal, todas las personas deberían tener derecho a celebrar sus cuerpos, a sentirse cómodas en ellos y aceptar sus capacidades, habilidades y limitaciones.
En este mundo, ninguna parte o característica del cuerpo (vulva, vagina, clítoris, pene, testículos, útero, ovarios, menstruación, mamas, pelo corporal, barba, bigote, calvicie, timbre de voz, capacidad gestante, etc.) definiría la identidad de género de ninguna persona. Cualquiera de estas características, y cualquier mezcla de ellas, podrían corresponder a personas con identidades de género muy distintas.
En esta sociedad, todas las personas podrían vivir mejor sus cuerpos. En ella, los hombres y mujeres cisgénero, las personas transgénero binarias y no binarias y las personas intersex no sentirían incomodidad por tener o no pelo facial, pelo corporal, calvicie, mamas, voz grave, capacidad gestante, etc. En este mundo, quizás nadie necesitaría modificar su cuerpo.
Veamos algunas situaciones que viven las personas trans*, por estar en un mundo donde sus cuerpos no son celebrados.
- Algunos espacios resultan bastante incómodos para la mayor parte de personas trans*. Esto sucede porque son espacios donde el cuerpo es más visible, como la playa, las piscinas, las consultas médicas, etc. O son espacios segregados y ocupados por cuerpos normativos respecto al género, como los vestuarios, lavabos, dormitorios, etc.
- Algunas miradas pueden ser de extrañeza, de curiosidad, o las menos, de reconocimiento. Pero también puede haberlas de desagrado, de desprecio, de odio, de repugnancia o incluso miradas agresivas. Esto puede suceder en cualquier momento y en cualquier lugar. La mirada que te juzga te cuestiona o incluso te invalida.
- Algunas palabras pueden acompañar, pero otras niegan, al no usar, por ejemplo, los nombres, pronombres, adjetivos, títulos personales, etc., adecuados a la identidad.
- Algunas expresiones pueden causar dolor por despreciativas o soeces.
- Algunas preguntas, hechas quizás con la intención de entender más el proceso de la persona trans*, pueden cuestionar la propia identidad o ser muy invasivas y violentas al no respetar el pudor ni la intimidad personal. Muchas de ellas son una muestra del cortocircuito, que representa para muchas personas cisgénero, encontrarse con cuerpos e identidades de género diversas.
- Algunas actitudes de rechazo, de desprecio, de burla, de odio, de confrontación, de cuestionamiento y de ridiculización. Puede haberlas violentas, ofensivas, vejatorias, degradantes, humillantes, insultantes, etc.
- Algunos acercamientos físicos que no respetan el espacio personal. Simplemente por ello son agresiones, desde las más leves hasta las más graves.
- Algunas aproximaciones sexuales que se evitan/rechazan por miedo a lo desconocido. O que se buscan desde el morbo para satisfacer los propios deseos, sin tener en consideración los sentimientos y deseos de la otra persona.
¿Qué consecuencias tienen para las personas trans* vivir estas situaciones?
Según el U.S. Transgender Survey, que recoge las experiencias de más de 28000 personas trans*, el 63% de ellas han sufrido acoso, discriminación o violencias psicológicas, físicas o sexuales. Estos actos tuvieron lugar en todos los ámbitos. En el educativo, por parte de sus iguales y/o del profesorado. En el ámbito laboral por parte de sus iguales y/o superiores. En espacios de uso público. En el ámbito judicial o policial y también en los servicios de salud.
No es de extrañar que ante tanta hostilidad y, para protegerse de estas violencias, las personas trans* tengan incomodidad con sus cuerpos y decidan modificarlos. Con ello desean conseguir el “cispassing” (mostrarse lo más cisgénero que puedan para pasar desapercibidas).
Vuelven a un nuevo armario, donde viven su género, pero esconden su identidad trans*. Este armario recuerda a aquel en el que escondieron, a veces durante muchos años, su género y su identidad trans*.
Si deseamos realmente acercarnos a una sociedad que respete todas las identidades es esencial que:
Las personas cisgénero logremos cambiar los espacios, miradas, palabras, expresiones, preguntas, actitudes y acercamientos físicos y sexuales hacía las personas trans*.
Cada vez más personas trans* vivan en su amplia diversidad de cuerpos e identidades, para actuar como referentes de otros sitios posibles dónde habitar el cuerpo: Hombres con mamas, menstruación, embarazos, etc. Mujeres con pene, calvicie, voz gruesa, etc.
Todas las personas, poco a poco, cambiemos las rígidas normas de la expresión del género, que no permiten en realidad ser libres a nadie, donde el maquillaje, el uso de faldas, pintarse las uñas, los gestos, la ocupación del espacio privado y público, las emociones, etc. dejen de pertenecer a un único género y puedan ser la expresión de la libre decisión personal del uso de cualquiera de ellas.
Ninguna parte del cuerpo define la identidad. Necesitamos una sociedad que viva con orgullo todos los cuerpos, para que las personas trans* pueden vivir con orgullo los suyos.